El 26 de enero de 1926, el ingeniero e inventor escocés John Logie Baird congregó en su laboratorio de Londres a una selecta audiencia compuesta por periodistas y miembros de la Royal Institution of Great Britain, que tuvieron la suerte de asistir a un acontecimiento histórico: la primera demostración pública de un sistema capaz de mostrar imágenes en movimiento.
La imagen que apareció en pantalla era en blanco y rojo, su tamaño era diminuto, tenía una resolución de apenas 30 líneas, la tasa de refresco era de únicamente 12,5 imágenes por segundo y la calidad general era muy baja de acuerdo a los estándares actuales, pero en aquella época supuso toda una revolución.
Era el fruto de años de investigación y trabajo que se habían iniciado en 1884 cuando Paul Gottlieb Nipkow inventó y patentó un elemento explorador de la imagen formado por un disco metálico perforado por unos agujeros cuadrangulares colocados en espiral que bautizó con el nombre de disco de Nipkow.
Visto el éxito cosechado, Baird continuó adelante con sus investigaciones y en 1927 consiguió transmitir la señal de televisión generada en su laboratorio hasta Glasgow, ciudad situada a 705 Km de distancia de Londres. Un año después fue aún más allá y realizó la primera transmisión televisiva transoceánica entre la capital británica y Nueva York.
Ya en 1929, a través de la Baird Television Development Company, una empresa que fundó para sacar partido económico a sus avances en este campo, participó en un proyecto para llevar la televisión a Alemania y Francia. Pero no fue hasta 1930 cuando completó el desarrollo del primer televisor producido para ser vendido a las masas.
Conocido como el Baird Televisor, en Gran Bretaña se comercializaron 1.000 de estos aparatos a un precio estimado de 18 libras de la época. Fueron adquiridos por unos cuantos entusiastas que tuvieron el privilegio de ser los primeros en contemplar desde sus casas las esporádicas transmisiones que efectuaban la BBC y la compañía de Baird. Tenía una resolución de 30 líneas y, al igual que el prototipo de 1926, las imágenes aparecían en rojo y negro debido al gas de neón que se utilizaba.
En YouTube, cómo no, hay colgados varios vídeos en los que se puede comprobar aproximadamente cómo se veían las imágenes que transmitían estos televisores. Como vais a poder comprobar, la calidad obtenida era, ciertamente, muy baja:
Pero mientras Baird desarrollaba sus equipos electromecánicos, al otro lado del Atlántico el inventor norteamericano Philo Farnsworth trabajaba en un concepto diferenciado de televisor que basaba su funcionamiento en el uso de tubos de rayos catódicos. Sus esfuerzos obtuvieron respuesta cuando el 7 de septiembre de 1927, en su estudio de la calle Green Street de San Francisco, consiguió transmitir una primera imagen fija y se hizo con una patente para la explotación de este sistema.
En 1929, logró por primera vez un televisor sin partes mecánicas, al eliminar el motor que hasta entonces utilizaba para dotar de energía al aparato. Ese mismo año consiguió transmitir las primeras imágenes de un rostro humano, pero aún transcurrió un lustro adicional hasta que el 25 de agosto 1934 realizó la primera demostración pública con uno de sus aparatos en el Franklin Institute de Filadelfia.
Farnsworth se había convertido en la primera persona en utilizar cámaras y televisores construidos enteramente por componentes electrónicos que podían, respectivamente, transmitir y recibir imágenes en movimiento en tiempo real. Para su desgracia, el sistema que desarrolló precisaba de demasiada luz, lo que a la postre imposibilitó su comercialización a gran escala.
Las limitaciones asociadas a los aparatos de Farnsworth fueron resueltas por el ingeniero e inventor ruso Vladimir Kozmich Zworykin, que a principios de los años 20 empezó a experimentar con la creación de imágenes a partir de tubos de rayos catódicos. En 1925 realizó una demostración pública, pero la imagen era fija y tenía una definición y un contrastre muy pobres.
Aun con sus limitaciones iniciales, la compañía RCA creyó firmemente en las posibilidades de esta tecnología y 2 años más tarde le compró a Zworykin los derechos sobre la misma e intentó comercializar los primeros equipos en Estados Unidos. Fue entonces cuando se toparon con la negativa de la Oficina de Patentes norteamericana, que falló en favor de la patente de Farnsworth e impidió que pusieran a la venta dichos aparatos.
Tras años de batalla judicial, en octubre de 1939 la RCA y Farsworth llegaron a un acuerdo por el que la primera se comprometió a pagarle 1 millón de dólares al inventor durante un periodo de 10 años para poder así vender sus televisores.
Estos habían sufrido una completa transformación respecto a los primeros modelos y estaban basados en una tecnología llamada iconoscopio que había creado un equipo liderado por el propio Zworykin y que consistía en el uso de rayos de electrones de alta velocidad que exploraban un mosaico fotoemisor.
Esta nueva generación de televisores fueron los que consiguieron el beneplácito del público norteamericano hasta la segunda mitad de la década de los 40, cuando poco a poco comenzaron a hacerse sitio los primeros aparatos en color. Pero eso es ya otra historia 🙂