A principios de la década de los ’90 SEGA vivió su particular época dorada. Hoy reconvertida únicamente en una desarrolladora de software, por aquel entonces comercializaba 3 modelos de consolas, disponía de una mascota que rivalizaba en popularidad con el hoy intocable Mario y luchaba enconadamente con Nintendo por convertirse en la marca más importante del sector.
Ya entonces la gran N era una compañía asociada a una imagen familiar, tradicional, impoluta y alejada de cualquier atisbo de polémica, por lo que las mentes pensantes de SEGA decidieron que lo suyo era apostar por una postura más transgresora, rompedora, moderna y, sobre todo, diferente.
O sea, más o menos lo que hizo años después Steve Jobs con Apple, aunque con una sutil diferencia: los responsables de márketing de la manzana tenían bastante más talento que los de la empresa japonesa, a quienes no se les ocurrió nada mejor que idear campañas publicitarias… cómo lo diría… bastante bestias, poco cuidadas en ciertos aspectos y con un claro contenido sexual.
Atentos a algunos de los anuncios que publicaron durante la primera mitad de la década pasada: