Todas aquellas personas que hayan visitado la web de Twitter en las últimas horas habrán comprobado cómo su logo ha sido sustituido por el de un perro. Concretamente, el Shiba Inu que ejerce de mascota de la criptomoneda Dogecoin. Estos cambios no han llegado por el momento a las apps para iOS y Android.
Ningún representante autorizado de Twitter ha indicado cuál el motivo que hay detrás de una decisión que, por extravagante, resulta impropia de una multinacional con cientos de millones de usuarios que se supone que debería ofrecer una imagen de cierta seriedad. Lo más cercano a una justificación que hemos obtenido ha sido este mensaje de Elon Musk en forma de meme en el que bromea sobre el cambio de logo.
Lo cierto es que no se ha producido ningún comunicado oficial porque la verdadera razón que explica el cambio temporal del logo es, cómo no, una pataleta del siempre volátil Musk. El origen de la misma hay que buscarlo en una demanda multimillonaria de 258.000 millones de dólares en la que los querellantes sostienen que tanto él como sus empresas hicieron subir intencionadamente el valor de Dogecoin antes de dejarlo caer, ganando en el proceso miles de millones de dólares a costa de sus inversores.
Durante el día de ayer, los abogados del multimillonario sudafricano solicitaron que se desestimara la demanda al considerar que la parte acusadora no ha aportado pruebas de cómo las declaraciones de Musk en favor de Dogecoin contribuyeron a defraudar a los inversores ni de cómo les ocultó información.
La gran beneficiada de esta situación ha sido, cómo no, Dogecoin, cuya valoración se ha disparado en cuestión de horas debido a la gigantesca e inesperada campaña publicitaria que ha recibido en uno de los servicios más populares de Internet.
Habrá que ver cuándo se le pasa el berrinche a Musk y decide que ha llegado el momento de volver a colocar el logo original de Twitter en el lugar que le corresponde. Hasta entonces, quienes entren a Twitter a través de su versión web seguirán siendo saludados por la imagen del perro de una criptomoneda.
FOTOGRAFÍA: KANCHANARA