El lanzamiento del PlayStation VR2 a finales de febrero fue loado por la prensa especializada que tuvo ocasión de probarlo las semanas previas. La mayor parte de los medios se deshicieron en elogios hacia este casco de realidad virtual y destacaron sus características técnicas y los grandes avances que incorpora respecto a su predecesor.
Algunos de ellos advirtieron, eso sí, que su elevado precio y la ausencia de videojuegos rompedores que justifiquen la gran inversión que supone su compra podían limitar sus ventas. Un mes después de su llegada al mercado, esos presagios se están convirtiendo en realidad.
Las ventas del PlayStation VR2 están siendo calamitosas. No hay otra manera de calificarlo. Según una información a la que ha tenido acceso Bloomberg, Sony estima que se van a vender en torno a 270.000 unidades durante su primer mes en el mercado.
Unas cifras que se sitúan a años luz de las previsiones que el gigante japonés había realizado en su momento, en las que se apuntaba que las ventas del PS VR2 se situarían en torno a los dos millones de unidades durante su ventana de lanzamiento.
Las cosas, es evidente, no han salido como Sony pronosticaba. A finales de enero se filtró que las compras anticipadas que estaba registrando el PlayStation VR2 eran mucho más bajas de lo que esperaba Sony, hasta el punto de que se vio obligada a reducir su producción para no encontrarse con un exceso de inventario.
El PS VR2 debe estar conectado a una PlayStation 5 para funcionar. Ello implica que, para poder disfrutar de su catálogo de juegos, hay que destinar 600 euros a la compra del casco y 550 euros más a la consola, lo que eleva el coste final a 1.150 euros. Unas cantidades que resultan prohibitivas para mucha gente, especialmente en el escenario económico actual.
Así las cosas, parece que Sony se va a ver forzada a rebajar significativamente el precio de este dispositivo y a asumir unas pérdidas importantes por cada unidad que venda si quiere salvarlo de la quema. Algo que, de producirse, podría suponer una estocada de muerte para un sector, el de la realidad virtual, que a pesar de las enormes inversiones que está recibiendo, no consigue despegar.