Ahora que se acerca la Navidad somos muchos los que vamos a cambiar nuestro viejo televisor por otro más grande, más bonito, con una mayor calidad de imagen, preparado para la alta definición y con un decodificador de TDT integrado que nos permita ver los canales que ofrece la televisión digital terrestre en excelentes condiciones.
Una vez decidido el cambio, la pregunta es qué elegir: un televisor de plasma o un LCD. Para seros sinceros, y por más que los fabricantes nos bombardean continuamente con anuncios en los que muestran las supuestas ventajas que ofrecen ambas tecnologías, estoy convencido que la mayoría no tenemos nada claro las características de cada una de ellas, así que me he puesto manos a la obra y he elaborado una pequeña guía práctica en la que he resumido las diferencias básicas entre un sistema y el otro. Espero que os sea de utilidad:
Para empezar, conviene resaltar que en las pantallas de plasma la luz se crea a partir de la excitación de un depósito fosforescente que se encuentra presente en todos y cada uno de los millones de píxeles individuales que conforman la imagen.
Por su parte, las pantallas LCD están formadas por miles de pequeños cristales líquidos que dejan pasar la luz o la bloquean en función de la carga eléctrica que se les haya aplicado.
Tradicionalmente, la tecnología de plasma permitía fabricar televisores de mayor tamaño, pero las distancias se están acortando rápidamente y ya podemos encontrar LCDs de gran formato y también plasmas de dimensiones muy contenidas. En este sentido, es preciso señalar que a la hora de comprar nuestro nuevo televisor conviene que no nos dejemos llevar por los cantos de sirena de los vendedores o por los anuncios que veamos en diarios o Internet y elijamos un modelo con unas proporciones que se adecúen al salón en el que lo vamos a colocar.
Si la TV que escogemos es muy grande y la sala donde la ponemos es pequeñita, acabaremos sentados demasiado cerca y viendo imágenes pixeladas. Según la SMPTE (Society of Motion Picture and Television Engineers), la distancia mínima a la que debemos situarnos ha ser el doble del ancho de la pantalla y la máxima no puede exceder en cinco veces esta medida:
En general, los plasma ofrecen un mayor contraste, con negros más profundos y con la escala completa de grises. Asimismo, el tiempo de respuesta -es decir, el periodo que transcurre entre que un píxel muestra un color y está listo para enseñar otro- es inferior. Esta última característica es de suma importancia cuando estamos contemplando imágenes en las que hay objetos que se mueven a gran velocidad, como por ejemplo un lanzamiento de falta en un partido de fútbol, ya que si el tiempo de respuesta es elevado el panel no mostrará el balón con la suficiente nitidez. En la siguiente fotografía se aprecia muy bien lo que trato de explicaros:
Por lo que hace referencia al brillo o luminosidad, el rendimiento que obtendremos dependerá de las condiciones del lugar en que acabemos colocando la pantalla. Así, debemos tener en cuenta que en estancias con grandes ventanales en las que haya una entrada constante de luz solar es preferible tener un LCD; por contra, el plasma rinde mejor en sitios poco iluminados.
El ángulo de visión es otro punto a tener muy en cuenta. Si vamos a ver siempre la tele de frente, no hay problema, pero en caso de que tengamos el sofá o algún sillón un pelín escorados respecto a la pantalla, es más que aconsejable que echemos un vistazo a las prestaciones que nos ofrece el fabricante antes de decidirnos por un modelo u otro. Por norma general, los plasma tienen ángulos de visión mayores, pero cada caso es un mundo, así que lo mejor es que comprobéis las características de los monitores que tengáis intención de comprar.
Cuando está encendido, el panel de un LCD permanece en todo momento iluminado y su consumo es siempre el mismo. En cambio, en el caso de un plasma la energía que precisa para funcionar depende del tipo de imagen que aparece en pantalla. Así, cuantos más píxeles estén encendidos mayor será el consumo y viceversa. De cualquier forma, se considera que de media los LCDs consumen entre un 10% y un 20% menos que los plasma.
El periodo de vida útil de los LCD es de 50.000 a 60.000 horas aproximadamente, lo que equivaldría a tener el televisor encendido 5 horas al día durante los próximos 27 años. En el caso del plasma, la calidad de la imagen empieza a mostrar señales de fatiga a partir de las 30.000 a 40.0000 horas.
Un último punto que me gustaría resaltar es que algunos plasmas sufren el llamado efecto quemado cuando muestran una imagen fija -como por ejemplo el logotipo de un canal o las bandas superior e inferior que aparecen en las películas- durante mucho tiempo, lo que provoca que ésta se quede marcada en la pantalla.
Bueno, hasta aquí esta guía. Espero que os haya servido para haceros una idea más aproximada de las características, asicomo de las ventajas y desventajas de cada una de estas tecnologías. Como veis, tanto los LCDs como los plasmas tienen sus puntos fuertes y sus inconvenientes. La elección final dependerá de las características que más valoréis, del tamaño que tenga el salón en el que tenéis pensado colocar la pantalla y, claro está, del presupuesto que podáis dedicar.