El 9 de enero de 2007, Steve Jobs presentó un producto revolucionario, completamente diferente a todo lo que se había visto hasta entonces, que cambió para siempre el sector de la telefonía móvil y sentó las bases sobre las que han evolucionado los smartphones modernos. Me estoy refiriendo, cómo no, al primer iPhone.
Quince años después, el iPhone original se ha convertido en un objeto de coleccionista, en una reliquia del pasado con inherente valor histórico por lo que significó en su momento, pero sin funcionalidad práctica debido a que la tecnología que incluye hace tiempo que quedó obsoleta.
Es, básicamente, un objeto de coleccionista. Uno por el que hay gente dispuesta a pagar mucho dinero si se encuentra en un buen estado de conservación. Muestra de ello es que un iPhone original nuevo y precintado que ha salido a subasta esta semana se ha acabado vendiendo por nada más y nada menos que 39.339,60 dólares.
Este modelo dispone de una pantalla de 3,5 pulgadas con una resolución de 480 x 320 píxeles, un procesador Samsung ARM 1176JZ que funciona a 412 MHz, 8 GB de almacenamiento, 128 MB de memoria eDRAM y una cámara trasera de 2 MP.
El iPhone de primera generación con esta configuración se puso a la venta en junio de 2007 a un precio de 599 dólares, de manera que el vendedor ha conseguido un beneficio neto de 38.740 dólares. Una inversión redonda.