Los servicios de suscripción en el sector de los videojuegos han llegado para quedarse. Microsoft, Sony, Apple y Nintendo están apostando fuerte por este modelo de negocio hasta el punto de que a medio plazo es muy posible que sea la única manera de acceder a los catálogos de algunas de estas compañías.
Game Pass, PlayStation Plus, Apple Arcade y Nintendo Switch Online son plataformas en plena expansión que tienen decenas de millones de abonados, están ampliando sus bases de usuarios año tras año de manera muy significativa y, además, cuentan con un margen de crecimiento considerable antes de que el mercado llegue a un punto de saturación.
Para los consumidores, estos servicios suponen una manera muy sencilla de acceder a centenares de videojuegos, muchos de ellos relativamente nuevos, pagando unas cuotas que, por el momento, son razonables. La parte negativa es que ya no se es propietario de los juegos, sino que tan solo se tiene una licencia de uso.
Estas compañías van renovando sus catálogos continuamente, eliminando algunos de los títulos y cambiándolos por otros por razones comerciales o económicas. Cuando eso sucede, aquellas personas que estaban jugando a alguno de los juegos que han sido sustituidos no pueden hacer nada al respecto.
Por otra parte, no hace falta decir que quien cancela su suscripción también pierde el acceso a los mismos. Aún así, millones de personas consideran que los puntos a favor superan con mucho a los inconvenientes y prefieren pagar una cuota mensual que rara vez supera los 10 ó 12 euros a cambio de tener a su disposición una lista casi interminable de juegos, en lugar de comprar uno que por sí solo ya cuesta 60 ó 70 euros.
Para las compañías las ventajas son evidentes: tienen un flujo constante de ingresos, dejan de depender de las tiendas para que les vendan sus juegos y, en un futuro, podrán aumentar los precios de sus planes de suscripción ya que tendrán muy poca competencia.
Es un mercado con un enorme potencial pero que tiene la desventaja, y no pequeña, de que sólo resulta rentable si se tiene una masa crítica de abonados muy alta, ya que se deben pagar cantidades muy elevadas a los estudios para que accedan a poner sus videojuegos en estos servicios.
Esta semana se ha desvelado, por ejemplo, que Sony tuvo que abonar 3,5 millones de dólares a Snail Games USA, la empresa propietaria de Ark: Survival Evolved, para poner este videojuego en PlayStation Plus del 1 de marzo al 4 de abril. Microsoft, por su parte, consiguió un mejor acuerdo y acabó pagando 2,5 millones de dólares para ofrecerlo en Game Pass durante la primera mitad del año y va a pagar otros 2,3 millones de dólares para hacer lo propio con Ark 2 cuando sea lanzado.
Las cantidades son, como se puede ver, muy importantes, especialmente para un título que es sólo relativamente popular. Si eso es lo que se ha pagado por Ark, cuesta de imaginar cuánto le habrá costado a Sony llevar Final Fantasy 7 Remake, Call of Duty, Bloodborne, Control o Death Stranding a PlayStation Plus o cuánto habrá desembolsado Microsoft para conseguir que Watch Dogs 2, Teenage Mutant Ninja Turtles: Shredder’s Revenge, Doom, Mass Effect Legendary Edition, Hitman Trilogy o Guardians of the Galaxy estén en Game Pass.