Desde que la NASA terminó de alinear y calibrar los 18 segmentos hexagonales que conforman el espejo principal del telescopio espacial James Webb y éste empezó a enviar imágenes del Universo, hemos podido observar como nunca antes estrellas, nebulosas, discos estelares y galaxias, algunas de las cuales aparecieron apenas 233 millones de años después del Bing Bang.
Pero además de captar objetos celestes muy lejanos, este telescopio también puede fotografiar otros que se encuentran mucho más cerca de la Tierra, como es el caso de Júpiter. Sirvan como ejemplo las imágenes compuestas que he incluido en este artículo, tomadas con tres filtros infrarrojos distintos: uno rojo, otro amarillo-verde y un tercero cian.
En la primera, que encabeza este artículo, se pueden observar las colosales estructuras de nubes de Júpiter, las auroras boreales de sus polos y, cómo no, la Gran Mancha Roja, que en esta ocasión, debido a los filtros, aparece en una combinación de tonos amarillentos y rojizos.
En la segunda se aprecia su tenue sistema de anillos, imperceptible con telescopios menos potentes ya que es un millón de veces menos brillante que el planeta, dos de sus satélites más pequeños, llamados Amaltea y Adrastea, así como galaxias muy distantes que aparecen en segundo plano como pequeños puntos difuminados.