La compra de Activision Blizzard por parte de Microsoft ha marcado un antes y un después en la industria de los videojuegos. Tras pagar la mastodóntica cifra de 69.000 millones de dólares, la multinacional estadounidense se ha hecho con franquicias icónicas como Overwatch, Starcraft, Crash Bandicoot, World of Warcraft, Spyro, Tony Hawk o Diablo.
Pero, por encima de todo, ha conseguido el control sobre una saga de videojuegos que tiene una influencia masiva sobre qué consola compran millones de consumidores cada año: me estoy refiriendo, cómo no, a Call of Duty.
Y es que, si CoD fuera exclusivo para la Xbox Series X/S, muchas personas que en condiciones normales comprarían una PS5 optarían en su lugar por hacerse con alguna de las consolas de Microsoft, ya que es el único videojuego al que juegan. De ahí que Sony haya mostrado desde el principio una postura frontalmente opuesta a tal adquisición.
Microsoft, que está a la espera de recibir el visto bueno por parte de las autoridades antimonopolio para poder completar la compra de Activision Blizzard, ha respondido a la afirmación de Sony remarcando que tiene la intención de seguir lanzando Call of Duty en las plataformas rivales.
Y ha justificado esta decisión indicando que le sería imposible rentabilizar la enorme inversión que ha realizado si no lo hiciera. A tal efecto, en un documento enviado a las autoridades brasileñas que están estudiando esta operación, Microsoft ha subrayado que el dinero que perdería si CoD no estuviera disponible en las consolas de Sony superaría ampliamente al que ganaría con las ventas extra de sus consolas.
Si estas afirmaciones son ciertas o si sólo las están realizando para asegurarse el visto bueno de las organismos antimonopolio es algo que sólo los dirigentes de Microsoft pueden responder, pero lo cierto es que Minecraft, una franquicia que mueve tanto o más dinero que Call of Duty, ha seguido siendo multiplataforma a pesar de que la multinacional estadounidense se hizo con ella en 2014 después de pagar 2500 millones de dólares.