El exitoso lanzamiento de Diablo Immortal no ha podido evitar un trimestre decepcionante de Activision Blizzard, que ha experimentado descensos significativos interanuales en ingresos, beneficios y número de jugadores después de que algunas de sus franquicias clave no hayan podido mantener las cotas de popularidad a las que nos tienen acostumbrados.
De acuerdo al balance económico que la compañía estadounidense ha presentado esta semana, entre el 1 de abril y el 30 de junio ha tenido unos ingresos de 1640 millones de dólares, un 28% menos que en el mismo periodo de 2021. Así mismo, sus beneficios netos han sido de 280 millones de dólares, lo que representa una caída del 68% respecto al año pasado.
A ello hay que añadir que ha tenido una media de 361 millones de usuarios activos mensuales, un 12% por debajo de los que registró 12 meses atrás y un 3% inferior al primer trimestre de 2022.
Esta tendencia a la baja cabe atribuirla sobre todo a la pobre acogida que ha tenido Call of Duty: Vanguard para lo que son los estándares habituales de esta franquicia. De hecho, Activision reconoció en mayo que no ha cumplido con las expectativas de ventas esperadas debido a una falta de innovación y a que el escenario de la Segunda Guerra Mundial no ha resultado atractivo para una parte de los jugadores.
Ello ha provocado que este trimestre se hayan contabilizado sólo 94 millones de jugadores en los diferentes títulos de CoD, un 26% menos que en junio del año pasado. De hecho, es la primera vez que esta cifra se sitúa por debajo de los 100 millones desde el lanzamiento de Call of Duty Mobile en octubre de 2019.
Con estos resultados encima de la mesa, todas las miradas están ahora puestas en Call of Duty: Modern Warfare II y Call of Duty: Warzone 2. Ambos videojuegos está previsto que se pongan a la venta antes de que acabe el año y sobre ellos reposan las esperanzas de Activision Blizzard de recuperar el terreno perdido y volver a la senda del crecimiento económico después de un último ejercicio para olvidar.