La mayoría de las personas que juegan de manera regular a Call of Duty se han encontrado en alguna ocasión con tramposos que utilizan hacks que les permiten apuntar y disparar automáticamente a otros jugadores en cuanto entran en su campo de visión (aimbot) o que les ayudan a saber la posición exacta de los rivales aunque estos se encuentren resguardados detrás de alguna pared o muro (wallhacking).
Este tipo de hacks están muy extendidos y todos los esfuerzos que Activision ha realizado hasta la fecha para banear a quienes hacen uso de los mismos no han tenido los resultados esperados. La desarrolladora estadounidense ha expulsado, literalmente, a cientos de miles de jugadores por dichos motivos, pero la situación apenas si ha mejorado.
De hecho, dispone de un equipo de expertos en seguridad, ingenieros e investigadores llamado Ricochet que se encarga de desarrollar soluciones para combatir este tipo de comportamientos. Y esta misma semana, sin ir más lejos, ha estrenado una medida antitrampas para Vanguard y Warzone que ha bautizado con un nombre muy curioso: Disarm.
Como la palabra ya deja entrever, se trata de un mecanismo que, en cuanto detecta a alguien que utiliza un hack, le quita su arma e incluso le impide defenderse mediante puñetazos. Es decir, que lo deja indefenso ante los ataques del resto de jugadores. Las reacciones de los tramposos cuando comprueban que sus pistolas han desaparecido, cuentan quienes han visto este sistema en acción, no tienen precio.
Esta herramienta, que estará activa desde el principio en Modern Warfare II y Warzone 2.0, es la última en una larga lista de medidas con las que Activision pretende poner coto a la avalancha de tramposos. Aun así, son los primeros en reconocer que al tiempo que ellos desarrollan este tipo de sistemas, se implementan otros hacks que permiten a quienes están dispuestos a hacer trampas obtener una ventaja artificial en estos juegos.