Cuando apenas falta un mes y medio para que PS5 y Xbox Series S/X se pongan a la venta, Microsoft ha hecho saltar la banca y ha anunciado por sorpresa que ha cerrado la compra de Bethesda, una de las mayores desarrolladoras de videojuegos del mundo.
Bethesda posee algunas de las franquicias más conocidas de la actualidad, como es el caso de The Elder Scrolls, Fallout, Wolfenstein, DOOM, Dishonored, Quake, The Evil Within o Starfield. Todas ellas, a partir de ahora, pasarán a estar bajo el control de Microsoft, que ya ha anunciado que decidirá caso por caso si mantiene estos títulos exclusivos en sus plataformas Xbox Series S, Xbox Series X y PC o si, además, los lanza también en otras consolas.
La operación se ha cerrado en 7.500 millones de dólares, una cifra que triplica la que Microsoft pagó hace 6 años cuando compró Mojang, la empresa que hay detrás de Minecraft.
Con esta inversión, Microsoft da la bienvenida a su plantilla a las más de 2.300 personas que trabajan en Bethesda y en sus estudios de desarrollo, entre los que se encuentran id Software, Bethesda Softworks, Bethesda Game Studios, ZeniMax Online Studios, Arkane, MachineGames, Tango Gameworks, Alpha Dog y Roundhouse Studios.
Esta compra, al igual que la de los otros 7 estudios que Microsoft ha cerrado en el transcurso de los últimos 2 años, tiene como objetivo ampliar el catálogo de exclusivas de Xbox y plantar así cara a la PlayStation 5, que encaraba el inicio de esta nueva generación de consolas con una lista de videojuegos propios muy superior.
Con esta multimillonaria adquisición, es evidente que las tornas se han igualado. Y es que, además de los títulos de Bethesda mencionados unas líneas más arriba, Microsoft dispone de una creciente nómina de videojuegos exclusivos con franquicias de la talla de Halo, Sea of Thieves, Gears of War, Forza Motorsport, Hellblade, Fable o Quantum Break. No cabe duda de que, ahora más que nunca, la batalla entre Sony y Microsoft está servida.