Microsoft anunció en enero que iba a ofrecer la oportunidad a los usuarios de Windows 7 y Windows 8.1 de actualizar sus equipos a Windows 10 de manera gratuita durante un año. Aunque no se ofrecieron más explicaciones, todos asumimos que, lógicamente, se refería a las personas que tuviesen copias legales de estos sistemas operativos.
Pero durante el día de ayer, poco después de anunciar en el WinHEC que Windows 10 se lanzaría este verano, el vicepresidente de la división de Sistemas Operativos Mike Myerson explicó que cualquier usuario que utilice Windows, aunque tenga una copia pirata, podrá actualizarse a Windows 10. Lo nunca visto en Microsoft.
Esta decisión implica que cientos de miles, quizá incluso millones, de personas que tienen instalados Windows piratas podrán acceder a una versión oficial de Windows 10 y beneficiarse de las actualizaciones y del soporte que ofrece la compañía a los usuarios de copias legales.
Esta promoción, que no se aplicará a las empresas, tiene como objetivo ampliar la base de usuarios legales y compensar la disminución de los ingresos derivados de la compra de licencias de Windows con la venta de otros productos y servicios asociados como Office.
Asimismo, Microsoft tratará de aprovechar la masiva expansión que a buen seguro experimentará Windows 10 y la introducción de las aplicaciones universales para convencer a más desarrolladores para que lancen apps compatibles con ordenadores, smartphones y tablets badados en este sistema operativo.