Cuando el 24 de julio de 1969 Neil Armstrong, Buzz Aldrin y Michael Collins volvieron a la Tierra después de completar con éxito la histórica misión que llevó al ser humano a pisar la Luna por vez primera, se produjo una situación ciertamente peculiar, y hasta diría que kafkiana, cuando los astronautas tuvieron que estampar su firma sobre la declaración de aduanas que les solicitó la Oficina de Protección Fronteriza de los Estados Unidos como si fueran turistas al uso que regresasen de un viaje a un país exótico.
El histórico documento, como no podía ser de otra manera, es un compendio de rarezas y curiosidades, a cual más llamativa que la anterior. Así por ejemplo, en el punto que solicita información acerca del lugar de procedencia, se indicó, claro está, que venían… de la Luna.
Por lo que respecta a los bienes a declarar, la NASA dejó constancia que el pasaje había regresado de su formidable aventura con muestras de rocas y polvo lunares. Y en el apartado destinado a informar acerca de la existencia de cualquier problema a bordo que pudiese conducir a la propagación de enfermedades, la agencia espacial estadounidense no tuvo más remedio que indicar que este detalle estaba aún por determinar.
Una respuesta enigmática pero a la vez coherente puesto que, tras aterrizar, los astronautas fueron recluidos durante 3 semanas en cuarentena por temor a que hubiesen traído de la Luna patógenos desconocidos que pudiesen ser potencialmente peligrosos para la vida en la Tierra.