A sus 81 años de edad, James Harrison puede caminar tranquilamente por las calles de su Australia natal sin que nadie le reconozca, le solicite hacerse una fotografía en su compañía o quiera un autógrafo de su puño y letra. A diferencia de lo que le sucede a artistas y deportistas famosos, él es una persona anónima cuyo día a a día transcurre de manera apacible a pesar de que en su haber cuenta con una proeza única: haber salvado la vida de más de 2 millones de bebés.
Nacido en 1936, a los 13 años de edad fue sometido a una operación en la que necesitó 13 litros de sangre. El proceso de recuperación se extendió durante 3 meses, pasados los cuales, y tras constatar que había salvado su vida gracias a la sangre que había recibido, prometió que se convertiría en donante una vez cumpliera los 18 años.
En 1954 hizo honor a su palabra y acudió a un centro hospitalario para que le extrajeran sangre por primera vez. Tras realizar varias donaciones, se descubrió que su sangre contenía un anticuerpo muy poco frecuente que prevenía la muerte prematura de recién nacidos debido a la Incompatibilidad Rh, una enfermedad hemolítica que se desarrolla cuando una mujer embarazada tiene sangre Rh negativa y el bebé que lleva en su vientre tiene sangre Rh positiva.
Por aquel entonces, miles de niños morían cada año en Australia y muchos otros sufrían daños cerebrales permanentes como consecuencia de este mal. De ahí que una vez fue consciente de lo especial que era su sangre y de la ayuda que podía prestar a incontables familias, redobló sus esfuerzos y en los más de 50 años que han transcurrido desde entonces ha donado sangre más de 1.000 veces.
Los expertos sostienen que su inquebrantable constancia a lo largo de las últimas décadas ha permitido salvar la vida de 2,4 millones de niños. De hecho, la singularidad de su sangre permitió crear en 1968 la Inmunoglobulina RHo (D), una vacuna que evita una respuesta inmune al tipo sanguíneo Rh positivo en las personas con el tipo sanguíneo Rh negativo.
Sus méritos le han hecho valedor de la Orden de Australia, una condecoración que reconoce a ciudadanos australianos por los logros y servicios que han prestado a lo largo de su vida. En el 2011 también fue nominado para el premio de Australiano del Año, que finalmente fue a parar a las manos del empresario y filántropo Simon McKeon. Pero por más distinciones que reciba, ninguna superará en importancia a la gratitud que centenares de miles de familias le profesan al haber salvado la vida de sus hijos de manera completamente altruista.